lunes, 13 de septiembre de 2010

Adios y Hola

"Dime florcita ¿Qué hay más arriba del cielo? Si en el cielo, en el suelo y en mi alma estás vos..."

Camila acababa de soltar su primera lágrima leyendo esa carta amarillenta que encontró mezclada con las viejas lanas vírgenes. No pudo parar de leer. Los recuerdos empezaban a nublarle la vista. 

"Dime florcita, mi maravillosa flor de jardín ¿Cómo haré para vivir cada día de la vida que me resta si te siento florecer apenas sale el sol? No digas nada cuando pregunten por mi. Yo viviré pensando lo que hubiéramos podido ser. Yo viviré soñando tu canto de primavera, pero debo desaparecer de tu vida. La amarga libertad me invita a recorrer un aire distinto, me seduce a seguir respirando. Sin embargo, mi corazón seguirá latiendo al lado tuyo... yo y mi jardín. 
En tu mano sostienes la luz de los tiempos. No hay relojes que midan el amor ni los besos. Con tus pies asfixias todo mi pecho. Con tus piernas caminas mi noble elemento. A vos te dedico, mi dulce florcita, la paz y la vida que dejo perdidas. 
Tu luz, tu valentía, tu risa; unidos con gracia, amor y empatía infinita, me despido querida, amor de mi vida".

Camila dobló la carta, tenía el tiempo entre sus manos. Agarró su corazón, como si tratara de sacarlo de ese pecho hundido de dolor. Vencida por sus 93 años y acariciando su cabello blanco, cerró los ojos y se fue con él.

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