viernes, 17 de septiembre de 2010

H-Chic!

Abrí la bolsita que tenía sobre el aparador de mi habitación. Mi mamá había ido al centro y, como de costumbre, le trajo un regalo a “la nena”. Eran los aros más extraños y redondo que jamás vi… tenía similares pero no como esos. Pasaron inmediatamente a conformar parte del grupo de los “casi 60 pares” que tengo hace bastante. Quizás ya haya superado los 60, pero por costumbre no cambio el número, costumbre y vagancia de contabilizar nuevamente cada par grande, par chico, de fiesta, diarios, solos y perlas.
Entusiasmada pensé con qué ropa combinaba en color y estilo e inmediatamente programé la ocasión perfecta para el estreno.
Pero eso no es todo. La originalidad estaba jugándome a favor. Estilos diferentes, elegancia y distinción. Altanería, imagen, W&B. Mi diccionario no tenía más sinónimos. La bolita blanca de mis ojos parecía desorbitarse (efecto que siguió causando en el resto de la gente). Esa bolsita pasó a ser la Caja de Pandora y yo como un hada ensimismada en mi propia alegría y regocijo de moda.
Guantes. Tenía guantes nuevos. Guantes que nada tenían que ver con el estilo de los aros. Guantes que nada tenían que ver con lo tradicional, lo mundano. Eran mis guantes, una marca registrada, un punto de conversación, una imagen de presencia, de personas, de mujer. Eran guantes rayados. De lana. Eran guantes SIN DEDOS.
Mientras los aros pasaron a ser “un par más” mis guantes destrozaron el primer puesto de “personalidad”. Ya no hay Peppina sin aros, pero menos habrá una Peppina sin guantes. 

FIN DE LA HISTORIA DE LOS GUANTES.

Y ahora pienso…
Como no se va a poder hacer “un mundo” de “una cosa”, si “una cosa” a veces es “un mundo”… Que “cosa” más humana el vivir haciendo un “mundo”. “Un mundo” lleno de “cosas” para contar. 
Pensemos y digamos lo que pensamos. Pensemos “cosas” y las escribamos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Adios y Hola

"Dime florcita ¿Qué hay más arriba del cielo? Si en el cielo, en el suelo y en mi alma estás vos..."

Camila acababa de soltar su primera lágrima leyendo esa carta amarillenta que encontró mezclada con las viejas lanas vírgenes. No pudo parar de leer. Los recuerdos empezaban a nublarle la vista. 

"Dime florcita, mi maravillosa flor de jardín ¿Cómo haré para vivir cada día de la vida que me resta si te siento florecer apenas sale el sol? No digas nada cuando pregunten por mi. Yo viviré pensando lo que hubiéramos podido ser. Yo viviré soñando tu canto de primavera, pero debo desaparecer de tu vida. La amarga libertad me invita a recorrer un aire distinto, me seduce a seguir respirando. Sin embargo, mi corazón seguirá latiendo al lado tuyo... yo y mi jardín. 
En tu mano sostienes la luz de los tiempos. No hay relojes que midan el amor ni los besos. Con tus pies asfixias todo mi pecho. Con tus piernas caminas mi noble elemento. A vos te dedico, mi dulce florcita, la paz y la vida que dejo perdidas. 
Tu luz, tu valentía, tu risa; unidos con gracia, amor y empatía infinita, me despido querida, amor de mi vida".

Camila dobló la carta, tenía el tiempo entre sus manos. Agarró su corazón, como si tratara de sacarlo de ese pecho hundido de dolor. Vencida por sus 93 años y acariciando su cabello blanco, cerró los ojos y se fue con él.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Confesionario

Tenía tanta bronca pero tanta que no pude detenerme. Le pido perdón a Dios pero no puedo arrepentirme Padre, ¡Me sacó a mi marido! Total no la van a encontrar nunca, está bien guardadita… pero no puedo acostarme tranquila con este peso en el corazón ¡Yo lo vi! A mí nadie me lo contó, yo los vi con mis propios ojos, vi como se besaban, se acariciaban, se tocaban… matar no es pecado cuando es por amor, ¿no Padre? No podía parar de apretarle el cuello hasta que me pidiera disculpas… que hija de puta. Yo no pequé. Pecado es lo que me hizo esa yegua, toda mi confianza le di, toda… nadie va a pensar que fui yo ni que yo tendría algo que ver, al contrario, yo le di trabajo, le di mi confianza ¡Cuidaba a mis hijos!... pero él me ama a mi Padre, él ama estoy segura… le gusta mi pelo, mi piel, le gusto en la cama, en la cocina… nos amamos. Sí, nos amamos.

-Querida, tú que has pecado, te libero de todos los males en el nombre del Dios y a través de este poder que me concede la Santa Iglesia Católica. Para remediar los hechos y vivir en armonía debes rezar 2 Padrenuestro y 3 Avemaría.
-No puedo ahora Padre, tengo que irme rápido porque se me queman las milanesas

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Surrealismo

Loca, era tan loca que meó toda la vereda. Y cuando la gente la miraba ella sonriente les decía – sí, te mee la vereda a vos que te morís de ganas de hacerlo y no te animas... ahora encima tenés que limpiar mi meada.
Loca, era tan loca que iba cantando por la calle y se reía de todos. Esta loca no conocía el miedo… ni la vergüenza. Se le inflaba la panza para reírse de la inválida, lloraba por las carcajadas que le causaba el ciego. Loca.
Estaba tan loca que nadie la entendía cuando se pasaba horas al frente de la panadería hablando y hablando. Con ella misma. Gritaba y se retaba, lloraba y se perdonaba. No conocía el rencor. Loca. Pero tranparente.
Sus hijos se avergonzaban cuando la veían correr arriba de los techos y gritar groserías a los vecinos. Era obscena. Para ella las cosas se llaman por su nombre. El gorreado es un boludo, la trola es una puta y el sexo es coger. O cogerse. Eso les gritaba a los vecinos. Que loca estaba. Era sincera.
Así la amaba yo: tranparente, sincera y risueña. Loca. Yo la amaba cuando era loca. Cuando hacía lo que sentía. Amaba mirarla por la ventana y escucharla gritar a través de las paredes. Amaba olerla llena de meada.
Ella logró hacerme sentir diferente. Ya no soy uno más. 
Yo pude verla. Ella era diferente. 
Ya no sé si la amo. Yo la amaba loca.
Ahora es igual a las demás.
Mujer.